Bearded Man Meditating in Countryside

Características asociadas a los trastornos mentales.

El imaginario colectivo está plagado de asunciones, erróneas en muchos casos, acerca de las características intrínsecas a los trastornos mentales. A continuación comentaremos algunas de ella.

La inestabilidad

Puede que sea, desde mi punto de vista y basándome en la experiencia, la característica que la sociedad asocia en mayor medida a las personas que padecen un Trastorno mental. Si nos vamos a lo concreto, se suele atribuir en mayor medida a las personas incluidas dentro del espectro de la esquizofrenia, dando a entender que estas personas se encuentran en un estado de crisis o bajo los efectos de un brote de manera cuasi permanente. Esta concepción, errónea, no tiene en cuenta los episodios en los que la sintomatología del trastorno remite ni cuando la persona pasa por un período prolongado de estabilidad.

En mi trabajo diario, observo como muchos de los residentes llevan 10- 15 años sin tener que ingresar debido a un brote psiquiátrico. La residencia y sus dinámicas asociadas de horarios, higiene o toma de medicación suelen aportar una estabilidad que ellos agradecen mucho. Las rutinas son fundamentales para evitar la agudización de la sintomatología de estas personas, y estos dispositivos de salud mental son una muy buena opción. La otra cara de la moneda lo constituye el escaso número de plazas ofrecidas para el total de personas que demandan y necesitan servicios como estos, lo que hace que en muchas ocasiones las listas de espera sean inmensas, un tema que abordaremos más adelante.

¿Qué puede conllevar el asociar la inestabilidad a las personas con un trastorno mental? La consecuencia dañina más inmediata es el cambio de visión y de trato que opera en nosotros para con ellos. Por su parte, la persona que recibe estas asociaciones intrínsecas acerca de su persona, construye una propia opinión de sí mismo basada en estas características, un hecho que le resta personalidad y le genera sufrimiento al no sentir que encaja con la visión que el resto de personas tienen de él. Además, generalmente la inestabilidad lleva asociada también otras características negativas como la impredecibilidad y la peligrosidad.  

Todas estas ideas se basan, en su mayor medida, en estereotipos fomentados por el populismo y el mal periodismo y deben ser combatidas con un mayor conocimiento real y general (no de hechos aislados) de estas personas, de cómo son, qué dificultades tienen, qué limitaciones presentan y qué podemos hacer nosotros para ayudarles a llevar una vida lo más normalizada posible.

Uno de los temas más asociado con las características que venimos comentando aquí de la inestabilidad y la agresividad es la medicación. Es un dato empírico que las personas que tomas la medicación pautada  no son más agresivas que es resto de la población. De hecho, según varios estudios conocidos y publicados en revistas científicas el índice de delitos es menor que el de la población general.

Un dato revelador es que las personas que no se adhieren al tratamiento, tienen una probabilidad seis veces mayor de cometer actos violentos que los que sí están tomando su medicación de forma regular. De esto se deriva, que el problema no es tener un diagnóstico, sino la adherencia terapéutica a la toma de la medicación prescrita. Con todo, el 75% de los actos violentos que se cometen son agresiones de carácter autolítico, aunque seguramente esta sea la parte menos visible en la sociedad.

En suma, la solución para las personas con TM pasa por los lugares donde estas personas presentan una atención integral  y una adherencia al tratamiento ya no solo psicológico  sino también farmacológico. Como en la mayoría de los casos, un abordaje multidisciplinar por el  bien de la salud mental.

La peligrosidad/agresividad

Otro prejuicio fuertemente arraigado en los valores de nuestra sociedad es que las personas que padecen un TM tienden a ser personas violentas. Es cierto que muchos síntomas característicos de los trastornos esquizofrénicos como las voces, delirios o los pensamientos negativos se suelen asociar mucho con actos violentos, pero la violencia  en la esquizofrenia es una respuesta  secundaria debido a una distorsión de la realidad y a un pensamiento erróneo.

Pongamos un caso. Imagínate por un momento que estamos en una fiesta familiar y pensamos (estamos firmemente convencidos de ello) que la persona que tenemos a nuestro lado nos quiere matar… ¿Haríamos algo para defendernos?

Preguntando a muchos de mis pacientes, el porcentaje de ellos que manifiestan haber sido foco de esta atribución de peligrosidad y agresividad han sido la minoría. Con todo, socialmente, no es la visión imperante. Una posible explicación es que la sociedad suele establecer ciertas características negativas a ciertos colectivos sociales, pero esta atribución no se suele dar si la persona en cuestión pertenece a nuestro círculo más cercano. Curiosamente, en este último supuesto, se convierte en excepción.

Lo que está claro es que la relación que se establece socialmente entre la agresividad y el TM todavía tiene una gran presencia social, al menos eso es lo que nos demuestran los titulares y los cuerpos de las noticias periodísticas y cualquier conversación con alguien que no sea ducho en el tema.

Entonces, ¿cuál es la realidad en torno a este tema? Lo cierto es que escuchar delirios y alucinaciones puede desencadenar un estallido violento en las personas con esquizofrenia, pero la conducta agresiva no es una característica inherente a este trastorno o a las personas que lo padecen. De hecho, los fármacos reducen drásticamente el número de conductas agresivas de estas personas y rompen el estigma acerca de la violencia de estas personas. De este modo, el problema de la agresividad se circunscribe a aquellas personas que presentan un trastorno esquizofrénico y que no se adhieren al tratamiento farmacológico.

El sedentarismo

La sociedad suele asociar a la persona con trastorno mental como vago, perezoso y no activo para su recuperación óptima. Personalmente, he escuchado comentarios de personas cercanas a mí afirmando que estas personas aprovechan su situación para evitar tener que trabajar, tener que gestionar su vida o asumir responsabilidades (una suerte de ganancia secundaria). Mucha gente cree que la vagancia o la pereza no son características provocadas por el trastorno en sí mismo, sino que es una consecuencia que sucede en el individuo después de que este se haya manifestado y de que la persona haya recibido una baja laboral o una invalidez.

La inteligencia/genialidad

Otra creencia harto extendida es la que afirma que el cerebro de las personas que padecen un trastorno mental presenta una estructura diferente al de la población normal. Esto vendría a decir que tendrían ciertos rasgos o cualidades superiores a la media, que son más inteligentes y más creativos. Esta idea está relacionada con el mito del genio loco, según el cual las personas con un trastorno mental, al no regirse por las convenciones sociales, filtrarían la información y los estímulos que reciben de manera inesperada, creativa e innovadora. La enfermedad le proporcionaría un don basado en la capacidad para procesar la información del entorno de forma no convencional. Esto, a veces, vuelve a estas personas más deseables y atractivas. Esta idea es bastante egoísta ya que obvia totalmente el malestar y el sufrimiento que pueden padecer estas personas, así como el hecho de que en determinados trastornos donde es necesario el uso de una medicación se reduzca la capacidad creativa y cognitiva de las personas que lo padecen. La atribución de estas dotes superiores niega el malestar de esta población.

El aplanamiento afectivo/ retraimiento social

Otra idea preconcebida es considerar que las personas que padecen un trastorno mental tienen dificultades para mostrar emociones, están ausentes, tienen la mirada perdida y carecen de todo tipo de resonancia afectiva. Las personas que piensan esto no se preguntan si esto puede ser debido a la medicación o si es un efecto propio del trastorno mental. Salta a escena la creencia de que con estas personas no se puede mantener una relación empática, ya que sin expresión emocional no se puede dar una relación de calidad.

Por todo esto, suele existir una tendencia a interpretar que las personas con un trastorno mental optan intencionadamente por alejarse de la vida social y cortar cualquier comunicación con el resto del mundo. La creencia arraigada de que estas personas son solitarias, introvertidas y que no muestran ningún interés por el área social de su vida está muy extendida en la sociedad, cuando la gran mayoría de las veces, lo que necesitan, es precisamente una buena y cercana red social y obtener un espacio en el círculo social.

La cronicidad

Según esta creencia, los trastornos mentales, una vez se manifiestan, se conviertan en crónicos y no remiten. Esta relación se asocia sobre todo a los trastornos psicóticos y la esquizofrenia y contribuye a fortalecer la vinculación entre el trastorno y la identidad de la persona que lo tiene.  La persona deja de tener una esquizofrenia y pasa a ser una persona esquizofrénica. Se sustituye el tener por el ser, de manera que la persona ya no tiene un TM, sino que se convierte en un TM.

Como se verá más adelante, esta totalización de la persona como TM, es decir, el hecho de establecer la equivalencia entre la persona y su TM, desencadena efectos negativos y fortalece el autoestigma. La cronicidad del TM no hace referencia únicamente al hecho de que se trata de una situación que permanecerá inalterable de por vida, sino que sirve para subrayar la fatalidad del destino que tendrá que afrontar la persona. Esta atribución permite sostener que la persona afectada por el TM no puede hacer nada por mejorar su calidad de vida y que está condenada a sufrirlo de por vida. En este sentido, la idea de que los TM son crónicos evoca una situación de fatalidad irreversible de fuertes connotaciones negativas.

La falta de equilibrio

Este estereotipo mantiene que las personas con un trastorno mental están continuamente en un estado de equilibrio precario, pese a no manifestar ningún síntoma externalizante. Así que, aunque en apariencia parezcan están en armonía y compensadas, cualquier mínima alteración puede desencadenar la tormenta. Externamente, para una parte importante de la sociedad, no tiene una apariencia de fragilidad, pero lleva detrás unos antecedentes que nos advierten del “peligro”.  Debemos andar con pies de plomo cuando estamos con ellas ya que cualquier acción o interacción puede afectarles, y la gente prefiere mantener una distancia de seguridad, lo que muchas veces lleva al aislamiento y retraimiento de estas personas. Este estereotipo contribuye enormemente a mantener actitudes de miedo, evitación y alejamiento de estas personas.

La incapacidad

Este estereotipo hace referencia a la creencia de que existen un conjunto de actividades de la vida cotidiana que las personas con una enfermedad mental no pueden desarrollar correctamente. Mucha gente cree que no son suficientemente competentes para gestionarse económicamente, no tienen las capacidades necesarias para ejercer la maternidad/paternidad o bien no son capaces de llevar un vehículo prudentemente. Sí que es verdad que en determinados momentos de la evolución del trastorno, puede resultar difícil manejar ciertas facetas de la vida cotidiana. Sin embargo, estas características, se generalizan y se atribuyen a todas las personas con un trastorno mental de forma permanente lo que termina por anular su autonomía de cara a la gente de a pie.

La atribución de incapacidad y de dependencia, además, se convierte en una profecía autocumplida. Es decir, en la medida en que su entorno social —por ejemplo, amistades y familiares— considere que la persona no está capacitada para hacer ciertas cosas, la forma de tratarla coincidirá con esta expectativa. Ello provoca que la persona, a su vez, comience a dudar de sí misma, de sus capacidades y competencias, de tal forma que se confirmará la creencia. El efecto de la profecía autocumplida sucede, por lo tanto, cuando las expectativas sobre cuáles son las habilidades y competencias de una persona influyen en cómo se ve a sí misma.

La excentricidad

Es posible que gran parte de nosotros asociáramos esquizofrénico a loco de remate cuando éramos pequeños, al típico de alguno de los personajes de Alguien voló sobre el nido del cuco. Este estereotipo viene a ser básicamente eso. Se basa es la idea de que las personas con un trastorno mental no se ajustan a los códigos y a las normas sociales que regulan la interacción y la comunicación. Se entiende que tienen comportamientos extraños y un estilo comunicativo poco empático por la dificultad de conectar con los demás; así, cuando realizan cualquier comportamiento que no se adapta a las normas sociales se asociará a su trastorno. Este estereotipo es muy probable que dé lugar a lo que se denomina “falso positivo”, es decir, a etiquetar a personas que no tienen trastornos mentales como “enfermos mentales”.

Esta característica, además, exalta y exagera la inconveniencia del comportamiento al asociarlo a una categoría social discriminada como es la de las personas con TM. Así, una vez se ha vinculado el comportamiento al hecho de que la persona que lo ha llevado a cabo presenta un TM, la acción se hace aún más extravagante, fuera de lo común o inapropiada. Paradójicamente, este estereotipo hace que las personas con TM tengan la sensación de que deben inhibirse más que el resto, ya que cualquier acto que se desvíe de las convenciones sociales será interpretado como un síntoma de su trastorno.

Déficit cognitivo

Determinadas personas diagnosticadas con un trastorno mental se encuentran con una situación de ruptura con la realidad externa y esto, a veces, es interpretado por la sociedad como un déficit cognitivo. Según este estereotipo las personas con algún trastorno mental tienen dificultades para aprender, para hacer razonamientos abstractos o para comprender aspectos de la vida cotidiana correctamente.

Contagio social

Este es un prejuicio que quizás no esté tan presente en la sociedad actual como los citados anteriormente, pero lo podemos observar aún en determinadas personas, generalmente en las personas con escasa educación en el tema de la salud mental. La idea de que el trastorno mental se pueda contagiar por proximidad física o que se pueda incrementar la probabilidad de padecer uno por estar con personas que lo están sufriendo puede parecernos disparatada, pero creedme cuando os afirmo que lo he escuchado bastante y es una creencia que continúa vigente. Según esto, vincularse y relacionarse con estas personas que viven en una realidad desordenada y caótica puede llevarnos a sucumbir, a vernos abducidos por este mundo desorganizado.

Como sabemos, es un hecho contrastado que las personas con algún trastorno mental están socialmente discriminadas y que relacionarse con ellas de forma evidente puede provocar una discriminación que se extiende también a aquellos y aquellas que mantienen proximidad física o emocional con el sujeto. En estos casos, la infección que se inocula no es el trastorno mental en sí, sino la discriminación y la estigmatización que este lleva asociados.

La falacia de la causa única

Los estereotipos se asignan, indistintamente, a todas las personas que forman parte de una misma categoría social. Estos rasgos, desgraciadamente, son vistos como permanente, crónicos e inmutables. La falacia de causa única se produce cuando cualquier actitud o conducta es vista como un síntoma del trastorno y se niega la posibilidad  de que existen otros factores o variables que hayan podido incidir en ellas. Es por eso que el trastorno mental se convierte en un principio explicativo absoluto. Esta simplificación del razonamiento causal niega la existencia de la persona al margen de su trastorno. La persona ES el trastorno. Por este motivo, su comportamiento, sea cual sea, es analizada como un síntoma del trastorno en sí, lo que hace que pierda poder y legitimidad a la hora de expresar sus emociones o de manifestar sus opiniones  que serán patologizadas y minusvaloradas.

Gran parte de estas características asociadas a los trastornos mentales se derivan de un diagnóstico. Un diagnóstico que nos establece unos síntomas, unas características que son, en mayor o menor medida, características atribuibles a los trastornos mentales. Veamos ahora en qué medida y de qué manera puede afectar un diagnóstico a la vida tanto de la persona que lo sufre como a la gente que se encuentra a su alrededor.  

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